En Viena tengo muchos pequeños rincones que son especiales para mí, pero hubo uno al que volvería sin dudar cada vez que visitara la ciudad, el Belvedere, puede que en próximas ocasiones no me impacte tanto, pero seguro que siempre merecerá la pena.
Mi primera impresión fue con prisas, ya que Celia y yo estábamos allí por trabajo y teníamos muy poco tiempo para la visita, pero aún así me quedé enamorada de los pequeños (o grandes, porque está claro que todo es magnífico) detalles.
En realidad, aunque hablemos del Belvedere como un palacio, se trata de dos palacios Belvedere alto y bajo, cada uno de ellos tiene hoy en día un cometido distinto. Fueron construidos como residencia de verano para el príncipe Eugenio de Saboya en el siglo XVIII y están unidos por unos jardines de estilo francés que son una maravilla.
Es curioso porque esperas encontrar algo así más alejado, como Versalles en París y no, están situado en el corazón de Viena. Es como un refugio en medio de la ciudad y me resultó muy curioso.
Personalmente, una de las cosas que más me llamó la atención fue precisamente esos jardines, que se encuentran divididos en tres niveles que representan diversas alegorías y han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Con respecto al Belvedere alto, tuve que informarme y vi que alberga la mayor colección de arte austríaco desde la Edad Media hasta nuestros días. También podemos encontrar el trabajo de algunos artistas internacionales del impresionismo como Claude Monet y Vincent van Gogh, y obras con influencias impresionistas de Max Beckmann que luego viraron al expresionismo. Pero si por algo es conocido es por poseer también la mayor colección del mundo de pinturas de Gustav Klimt (efectivamente, aquí es donde se encuentra el famoso oro de art nouveau El beso (Amantes) y Judith un retrato que te deja sin palabras) pero también otras obras de Egon Schiele y Oskar Kokoschka. Es alucinante ver el “triunvirato vienés” allí, ver como comienzan con el art nouveau y van encaminando sus obras hacia el modernismo o expresionismo.
Evidentemente nosotras fuimos con la intención de ver El Beso, teníamos poco tiempo y queríamos verla en directo. He de reconocer que yo iba con una idea y salí con otra, es lo bueno de ver las obras cara a cara, pueden removerte y quitarte todos los prejuicios de golpe y lo digo porque Klimt no era santo de mi devoción y al entrar en la sala y ver la inmensidad de El Beso todo cambió. Me quedo con una impresión excelente de esa obra (aunque no la única) pero aún mejor con el resto de salas. La verdad es que me faltó tiempo para verlo sin prisas y es algo por lo que “necesito” volver.
Por lo demás, me habría encantado recorrerme sin prisas y deleitándome esos maravillosos jardines, porque creo que podrían convertirse en uno de mis rincones favoritos, ya están en la sección y casi no pude disfrutarlos, imaginaos si llego a tener más tiempo… Lo dicho, si vais a Viena o tenéis previsto pasar por allí, os recomiendo que no dejéis de visitar el Belvedere y sus jardines.
Y por si no os basta con lo que yo os diga, os dejo un vídeo de las 7 razones para visitarlo según el propio Museo.
Bis Bald!